viernes, 4 de septiembre de 2009

otro final - para un Zamel contemporaneo -

Ya va cerrando sus ojos, los payasos comienzan a molestarlo a cierta hora de la noche, las sabanas asesinas y un puercoespín almohada, los lados no lo reciben bien,¡Maldita sea! debería haber tomado el 71, no haber vuelto en tren, fue una estupidez, un error, ahora el sudor cae desde su bigote y penetra sus labios, ¡maldita sea! no esta pasando nada, ¿que dirán los lectores? ya van tres veces que pasa esto.En las mañanas venideras Zamel se levanto, tomo mate cocido, alimento los gansos leyó el diario y fumo tres cigarrillos camino a la oficina. No se baño por una semana, su prepucio olía a puerto de Mar del Plata, no alimento las cacatúas y dejo de comer garbanzos en las noches. Maldecía todo el tiempo.En el departamento próximo al de Zamel, los hijos de re mil puta de siempre desayunan tostadas con dulce de leche y mendicrim, alimentan nutrias y delfines, una musa limpia sus entrepiernas, y componen melodías hermosas, ese es su trabajo.Ya no puede dormir, nunca más lo va lograr, nunca mas va dormir, condenado a viajar todo el tiempo en colectivo, dos contrabajistas afinan a distancias de segundas menores eternamente. La muchacha de al lado su cabellera dorada y unas piernas suaves como el chocolate, contra sus mismas piernas velludas y hediondas, migas de galletitas en la cama y acaba este pensamiento, acaba y no se limpia. Zamel deberías perecer, eso diría su tía.Una noche Zamel volvió muy tarde de la oficina, porque su jefe lo obligo a quedarse contando boletos de colectivo, al llegar una jauría de hienas lo sorprendió en la esquina de su departamento. Zamel rezo mucho, pero no le sirvió de nada. Los hijos de re mil puta de siempre vieron todo por la ventana, sus musas no porque estaban arrodilladas en dirección contraria.

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