jueves, 4 de marzo de 2010

Noctambulo amor

Mirabamos el ventilador, aferrado al techo, girando como unico testigo de nuestros corazones.
La vehemencia de unos perros que no saben a donde van.
Caminamos dormidos hasta la puerta de entrada. Caminamos tomados de la mano.
Un bandoneon metafisico que suena desde el interior nos da la pauta: Me doy vuelta y le suelto la mano. La miro a los ojos y le doy un beso. Uno de esos besos largos, de ojos cerrados, mientras los perros lloran sus aullidos desde las terrazas de Buenos Aires, de San Telmo.
Alumbrandolo todo, la luna moja los adoquines que corren como un rio por la calle Balcarce, hasta llegar a algun lugar desde donde puede verse la monstruosa arquitectura de la facultad de ingenieria.
Los bares invitan a pasar. El abstracto estructuralismo de su mirada, de su inhibida y susceptible mirada. Ella es la mujer que amo o que amaba. Si el reloj de arena se detiene, esto es lo mismo: amar o haber amado. La ochava del miedo no estaba lejos, "a la vuelta de la esquina nomas" dijo mientras reia de nervios.
Si no fuese por el ventilador, el calor seria insoportable. Algun dia tiene que dejar de funcionar. Quizas ese dia sea hoy...
Ya no se escuchan los perros ni su querella de aullidos y ladridos.

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